Falda cortita,
medias discretas con diseño, bototas de piel con taconsotes, blusa ceñida de
escote con vista al paraíso, cuyo conjunto dibuja la silueta de un derrière (cola, pa’ los que no mascan el
francés) tan perfecto que quisiera descargarle todas mis frustraciones encima.
Sentada en la barra de La chopería
(Mazarik y Newton, en Polanco), la propietaria de ese cuerpo que desbarataría
al de granaderos de la SSP-DF me mira mientras sonriente recoge su cabello con
la mano detrás de la oreja. No sé cómo le voy a hacer, pero en mi mente exclamo
¡ya chingué!
Al acercarme con
cierto sigilo y deslizarme al asiento más próximo al suyo de ella, con un gesto
llamo al cantinero. Un martini: tres
medidas de Gordon's, una de vodka,
media de Kina Lillet en copa grande
de champagne con una tira larga de piel de limón, agitado no revuelto (¡ay
güey!). Receta que memoricé de una película de James Bond, el llamado dobl ou seven, del que se desprende mi
nombre de agente secreto: el dobl ou
semen.
La sonrisa 32,
mirada 14 y aquella frase de “soy un autor publicado, bésame” a punto de salir
de mi boca, doy un trago a mi trago antes de tirarle bola baja para que afloje,
cuando la garganta se cierra, el estómago se contrae, los pulmones se bloquean
y los ojos se desorbitan para dar paso a una tos de perro. ¿Cómo le hace Daniel Craig para no ahogarse con esa
madre?
¡Salud!
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