viernes, 4 de mayo de 2012

Ligar con clase


Falda cortita, medias discretas con diseño, bototas de piel con taconsotes, blusa ceñida de escote con vista al paraíso, cuyo conjunto dibuja la silueta de un derrière (cola, pa’ los que no mascan el francés) tan perfecto que quisiera descargarle todas mis frustraciones encima. Sentada en la barra de La chopería (Mazarik y Newton, en Polanco), la propietaria de ese cuerpo que desbarataría al de granaderos de la SSP-DF me mira mientras sonriente recoge su cabello con la mano detrás de la oreja. No sé cómo le voy a hacer, pero en mi mente exclamo ¡ya chingué!

Al acercarme con cierto sigilo y deslizarme al asiento más próximo al suyo de ella, con un gesto llamo al cantinero. Un martini: tres medidas de Gordon's, una de vodka, media de Kina Lillet en copa grande de champagne con una tira larga de piel de limón, agitado no revuelto (¡ay güey!). Receta que memoricé de una película de James Bond, el llamado dobl ou seven, del que se desprende mi nombre de agente secreto: el dobl ou semen.

La sonrisa 32, mirada 14 y aquella frase de “soy un autor publicado, bésame” a punto de salir de mi boca, doy un trago a mi trago antes de tirarle bola baja para que afloje, cuando la garganta se cierra, el estómago se contrae, los pulmones se bloquean y los ojos se desorbitan para dar paso a una tos de perro. ¿Cómo le hace Daniel Craig para no ahogarse con esa madre?

¡Salud!

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