lunes, 7 de junio de 2010

En buenísima onda

Hoy al mediodía iba pasando por el Zócalo de la Ciudad de México, donde el Gobierno del Distrito Federal está montando unas pantallas gigantes para que la banda pueda ver los partidos de la Selección Mexicana en el Mundial de Sudáfrica 2010, y me di cuenta de ese proyecto tiene un gravísimo problema.


En ese mismo lugar, en la mera plancha y en medio de todo el desmadre, están los campamentos de los maestros disidentes y los electricistas revoltosos, quienes ya dijeron que no se piensan mover para que vayamos a hacer uso de un espacio público a gritar como oligofrénicos cuando el Chícharo o Vela fallen un gol cantado.

Fue en ese momento cuando concluí que si por mí fuera, todos esos grupúsculos de inconformes chaquetos con demandas taradas se morirían empalados en la mismísima Plaza de la Constitución por idiotas. Empezando por los putos maestros de la CNTE que reventaron una puerta de 300 años a madrazos nomás porque los güeyes quieren más varo, que renuncie un gobernador de un estado que está a 500 kilómetros de aquí y heredarle sus plazas y la responsabilidad de educar al México a sus hijos, que al igual que ellos, ni la primaria acabaron.

Luego están los electricistas, que la hacen de pedo por todo y como ya nadie los pela, los pinches nacos se colgaron de los morrillos que se murieron quemados en Chihuahua para jalar agua a su molino ¡hijos de su pinche madre! Bola de mafiosos que, ahora que les decomisaron el changarro en el que cobraban sin trabajar, se aferran a lo poco que les queda haciendo marchitas pedorras e interponiendo recursos legales de cuarta que nadie toma en serio.

Otros que también me cagan son los mineros de Cananea, porque llevan tres años, tres putos años sin mover un dedo, sin hacer que la tierra produzca, pero se hacen los mártires cuando el gobierno (otra bola de pendejos) se pone las pilas para echarlos a la calle y hacer que la industria minera en México funcione más mejor. Su huelguita fue declarada ante todas las instancias como ilegal, pero los güebones ya se habían adueñado de la mina para no hacer nada.

Todos ellos, junto con los seguidores de López Obrador, los vendedores ambulantes, los emos, los campesinos y los que usan playeras que parece que traen dos pero nomás una, además de quienes los apoyan, merecen ser fusilados por pinches ridículos.

Se metieron con lo más preciado en este planeta que es el futbol y por eso se van a ir a chingar a su madre.

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