sábado, 24 de junio de 2006

¿Por qué hasta ahorita?

Esta vez sabíamos perfectamente que no pasaría nada, teníamos en la mente la idea de ser vacas que iban directo al matadero, no existía pensamiento alguno que nos hiciera imaginar lo contraio. El rendimeinto de la selección nacional nos hizo aceptar que en esos noventa minutos ibamos a ver cómo y qué tan inferiores somos, porque así lo éramos; el peor equipo clasificado a la segunda ronda, con los peores números y nomás de pansazo, contra una escuadra que había mostrado un fútbol espectacular, con grandes figuras aspirantes a un título mundial que los merecía. En fin, el grande contra el mediocre.

En las calles se oía la voz de "nos la van a dejar ir" "nos van a romper la madre" "mejor ni lo quiero ver". Claro, había esperanza porque en el corazón de mexicano eso es lo último que muere siempre. La gente estaba en en ángel, en el zócalo, un restaurant, en la casa o pendiente en el estereo de coche. Cosas más raras han pasado.

Cuando todos pensábamos que le grito de ¡Hugo Hugo! y ¡Cuahutémoc Cuahutémoc! se dejarían escuchar en el estadio, y las mentadas de madre harían presencia en la llegada al aereopuerto, salió un equipo diferente. Joseph Blater dijo que México era un equipo que se crece frente a los grandes, nosotros lo sabemos, contra Portugal lo sabíamos, pero hoy se nos había olvidado.

Los jugadores que salieron a la cancha no eran los mismos, Rafa no era el tipo nervioso que fallaba todos los pases, Torrado estuvo lejos de ser aquel a quienes todos le reclamaban el estar perdido en la cancha, Omar... bueno Omar no jugó.

Se hizo el gol, se peleó de igual a igual, el dominio fue nuestro, los tuvimos de nalgas en el campo, pero los dejamos ir. A veces uno se pregunta de dónde salieron frases como "Jugamos como nunca, perdimos como siempre", ahora vemos que la respuesta está en la historia. La pregunta en este momento es: ¿Por qué LaVolpe encontró a su equipo hasta ahora? ¿Por qué hasta el último partido?

No sé los demás, pero hoy me guardé las mentadas de madre y los reclamos en el bolsillo. Sólo me queda decir "Gracias y suerte para la próxima", aunque dentro de cuatro años más seguramente diré lo mismo.

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