lunes, 15 de diciembre de 2014

Chale con la Navidad

En medio del tráfico de Periférico a plena hora Godínez, un baboso en un Platina blanco se metió a la mala en mi carril, aventando lámina como si trajera una Hummer y no esa carcacha que en otra vida ha de haber sido taxi pirata de los que regenteaba López Obrador. Ya estaba bajando el vidrio para sacar mi manita y mentarle su madre mientras con la otra lo deshacía a claxonazos, cuando algo en ese vehículo me hizo darme cuenta de dos cosas.

Por encima del toldo, agarradas de los vidrios cerrados contra el marco de la puerta, dos amorfos pedazos de tela roñosa color café aparentaban ser la cornamenta de un reno, simulando ser uno de los que tira del trineo de Santa Claus en Noche Buena. La primera conclusión fue que el güey del coche de enfrente, por atreverse a adornar así su coche y no saber respetar su carril, era un maldito naco y la vida se iba a encargar de hacérselo notar con sangre, sin la necesidad de que yo me bajara a limpiarme las suelas de los tenis con su tráquea; y la segunda, aún peor, es que llegó esa época del año en el que uno busca en el fondo del cerebro motivos para no suicidarse.

Ya es Navidad y la ciudad te lo hace saber a madrazos. No es suficiente adornar casas, calles y coches, es necesario gritar el espíritu navideño lo más fuerte posible para que la estridencia y el mal gusto oculten la miseria interna, que sólo provocan ganas como de guardarme en mi casa hasta enero.

¡Chá!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tambien soy grinch!dificil epoca, hay que aguantar! El alcohol ayuda!