miércoles, 15 de enero de 2014

Vienen las autodefensas

San Lorenzo Tlacoyucan es la tierra de la nada (en realidad quiere decir en náhuatl "lugar lleno de hierba"), un pueblo perdido y olvidado en la delegación Milpa Alta, de esos que no se cree que todavía pertenezcan al DF y a eso que llaman Ciudad de México. Está sobre la carretera a Oaxtepec, arriba en el cerro, donde ya ni nopales hay, se llega mucho después de pasar San Pedro Atocpan, capital mundial del mole, y antes de Sana Ana Tlacotenco (donde yo nací), que aunque ese se ve más lejos, está más cerca al centro de la demarcación. Ahí, donde las aves van a morir, acaba de ocurrir una masacre que advierte lo que viene.

El lunes, un campesino asesinó a sus tres hijos y a su esposa para después volarse la cabeza de un escopetazo al estilo Kurt Cobain. No fue un hecho que deba pasar desapercibido en las páginas de nota roja de los periódicos, pues las causas distan mucho de la locura y se acercan más a la realidad nacional. Según dicen, el asesino-suicida estaba siendo extorsionado por un grupo delincuencial mediante llamadas telefónicas que lo amenazaban con muerte si no pagaba por la protección a su familia y, como no tenía lana, decidió acabar con todos.

Durante los últimos años ha aumentado la presencia de grupos armados en la región, que si bien no son tan visibles como en otros estados, la cantidad de gente que se queja por el acoso que reciben da cuenta del problema que se avecina, el cual puede desembocar en algo como Michoacán.

Víctor Hugo Monterola (sin ningún parentesco, además de que mi apellido se escribe con "a" y no nací con un cromosoma de más), Francisco García y José Luis Cabrera Padilla, los tres últimos jefes delegacionales en Milpa Alta, han dejado crecer el problema del crimen organizado en la región más alejada y olvidada del Distrito Federal, que al aún ser una zona rural es susceptible de presentar ese tipo de problemas sin que nadie se entere.

Desde hace años, por lo menos un sexenio completo, varios han sido los comerciantes de pueblos como Santa Anta Tlacotenco, San Lorenzo Tlacoyucan y San Juan Tepenahuac que han denunciado que grupos de hombres armados se han presentado en sus negocios, desde carnicerías hasta puestos de tortas, para exigirles el pago de una cuota por protección argumentando ser miembros de un importante cártel, antes eran los Beltrán Leyva y ahora son Los Zetas, lo cual es atemorizante por la alta probabilidad de ser cierto, pues la región está en los límites con el estado de Morelos, tierra históricamente azotada por narcos.

El multihomicidio del lunes pasado, en el que un hombre mató a su familia por la desesperación de pagar los 300 mil pesos que una voz en el teléfono le pedía, es claro ejemplo de ello y de cómo las autoridades locales no están preparadas para enfrentar un problema similar, al preferir evadirlo pensando que por ser una demarcación tranquila de nopales y vaquitas nada tan horrible puede llegar a pasar.

¡Uts!

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