lunes, 24 de noviembre de 2014

Propaganda policiaca

Días antes fue una fila de media hora para llenar una mugrosa solicitud, luego fueron dos horas de formarme bajo el sol entre decenas de rucas argüenderas, para inmediatamente después soportar al jefe delegacional, quien mediante una ceremonia eterna (a la que fui a poner mi cara de baboso como un beneficiado más) me hizo entrega de una flamante alarma vecinal, para que la policía capitalina esté al tiro cuando las ratas entren a mi casa a robarse mi colección de muñecos de las Tortugas Ninja y de paso me violen.

Como escuincle la mañana de Navidad, llegué a mi casa a abrir con emoción la cajota que me acababan de entregar, para hacer la cara que los niños ponen al descubrir que el bastardo de Santa Claus les dejó bajo el árbol un suéter de estambre que pica la piel en vez de un Play Station 8, pues las mentadas alarmas vecinales que tanto promociona el Gobierno del DF son un diablito telefónico.

Por mi complejo de Tim Allen (si se acuerdan de la serie Mejorando la casa están igual de ancianos que yo) decidí meterle desarmador a la caja, para descubrir que el botón de pánico es un simple mecanismo de marcado rápido al 066 que un niño de secundaria pudo construir en su taller de electrónica con productos comprados en el Steren de la esquina, que además es totalmente inservible porque la policía te tiene que hablar a tu casa para confirmar la emergencia, tiempo de sobra para que un ratero promedio se lleve hasta el papel del baño.

¡Chá!