miércoles, 19 de noviembre de 2014

Art gató

La casa de Las Lomas de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera ofende a millones de mexicanos, pero no porque cuesta 200 veces más que un departamento de interés social en Los Héroes Tecamac o porque su revelación se da justo cuando el país atraviesa por el momento más crítico del sexenio, sino porque, la verdad, está bien naca.

La propiedad, ubicada en Sierra Gorda 150, es el más claro ejemplo de que el mal gusto no es cuestión de presupuesto, y de que no hay nada más gato que un güey de Las Lomas. En el siglo pasado el estándar de lo naco era el exceso, lo barroco, los muebles de terciopelo y alfombras de piel de oso muerto con todo y la cabeza, con candelabros colgantes de 10 mil luces y pinturas mamucas en las paredes, lo afrancesado, como la casa de Irma Serrano La Tigresa o María Félix, que asemejan más un museo de antigüedades que un hogar funcional.

Para evitar caer en ese exceso se llegó a otro; el minimalismo, que más bien es como mini-animalismo. El predio (que sugiere una complicidad del gobierno federal y una empresa inmobiliaria dueña de varias concesiones públicas) con sus blancas paredes, superficies amplias y espacios angulosos, pareciera más bien el lobby de un hotel acapulqueño que la casa de la familia presidencial, porque hasta cambia de colores con las luces como antro a la orilla de la playa, quizás se la piensen rentar a Palazuelos o a Kawaghi para que meta a su camello.

¡Chá!

No hay comentarios.: