jueves, 26 de septiembre de 2013

Mi encuentro con la guapota

El brillo de su sonrisa es sólo comparable con el de los faros del automóvil que está a punto de atropellarte en la noche más oscura. Sus ojos, profundos, directos, sinceros y de un café delicioso, se posaron en repetidas ocasiones sobre los míos, con la inocencia de quien no sabe que en realidad le están contando las pecas que tiene en el pecho, que son 53, por cierto. El aroma que desprende al respirar incita a los inválidos a caminar, los peces a volar y a mi, un pesimista declarado, a soñar. Así de perfecta, así de intimidante es la presencia de Alejandra Ambrosi, a quien entrevisté en un barsucho de la Zona Rosa con malas reseñas en el Foursquare.

El motivo fue el estreno de una película de ciencia ficción con trasfondo social en la que ella participa, pero pudo ser mi sentencia de muerte y no me hubiera importado, con tal de conocer a aquella que me mantiene pegado a las telenovelas del Canal 28. Después de 30 minutos de charla, en la que se me electrificaba el cuerpo y se creaban lagunas mentales cada vez que me tocaba el antebrazo al reírse con algún comentario, mi mente comenzó a divagar en preguntas sinsentido, con tal de mantenerla ahí.

Su figura, cuan estilizada y llena de detalles explorables con la fascinación de Jean Cousteau en la cuenca más honda del mar, quedará grabada en mi memoria con mejor fidelidad que la del chip de mi cámara fotográfica, pues no hay tecnología que capture la simpatía de la mujer perfecta.

¡Uts!

No hay comentarios.: