jueves, 24 de noviembre de 2011

El semental italiano

Rebasando en Periférico Norte en tarde de asueto, de esos días en los que nadie me merece, en los que si voy a pedírselas a Salma Hayek igual y sí me las da, andaba yo a bordo de una camioneta blanca tipo narco de pocamadre, cuando un vehículo que resplandecía en amarillo chingamelaretina convirtió mi estado de ánimo en el pañal de un recién nacido.

Rebosante en poder, con su motor V8 escupiendo humillación por el escape dual, sus 400 caballos de fuerza mentándome la madre a 6 mil revoluciones por minuto, un Ferrari GT 360 pasó a mi derecha, por el carril de baja el muy perro, dejándome ahí como niño africano viendo alejarse un taquero.

“¡Ah no cabrón!”, dije, “¡a mí no me sometes hijodetuchingadamadre!”. Y que le meto para irme detrás de él, sólo para pintarle cremas al conductor, con el fin de demostrarle que no porque él cague dinero yo me voy a sentir menos. En eso estaba, cuando a mi izquierda pasó con la agilidad de la gimnasta Cynthia Valdez otro Ferrari, de color rojo y todavía más chingón.

Era un 599 GTB Fiorano, nuevo de paquete y sin un solo patinón de mosca, el que con sus 355 kilómetros por hora de velocidad máxima y dos por cuadra en rendimiento de viejas levantadas, nuevamente me hizo sentir como Manlio Fabio Beltrones en las encuestas frente a Enrique Peña Nieto.

¡Chá!


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