miércoles, 24 de septiembre de 2014

Mejor regálenme una hermana

Yo no me quejé, al contrario, hasta me puse flojito para que Apple me dejara ir el nuevo disco de U2 directamente a mi biblioteca de iTunes, para que nada más tuviera que picarle con mi dedito a la compu, sin tener que irme a parar a la tienda a hacer el oso. Hay quien se molestó por el regalo porque no a todos les gusta U2 y cada vez serán menos los simpatizantes a la causa de esta banda irlandesa si siguen haciendo música tan chafa, que ni de gratis es aceptada.

Bono, Edge, Mullen y Clayton no regalaron su disco Songs of innocence, lo pagó Apple para adornar el iPhone 6, que es exactamente como el 5 y el 4, pero un poco más grande y mamila, con el fin de que el usuario no se sienta estafado, pero si la música estuviera buena no habría tanto inconforme buscando desesperadamente la manera de borrar esas canciones que no pidió en sus listas de reproducción.

Yo de todos modos lo iba a comprar para escucharlo completo en la regadera o en el tráfico, que es como se escuchan ahora los álbumes para asimilar la música. Una vez analizado todo el disco, gracias a un viaje salvaje de dos horas de Cuemanco a Satélite, puedo afirmar que Songs of innocence está a dos segundos de ser basura, pero no llega a serlo porque, a final de cuentas, es U2 y suena a U2.

Con pretensiones punk que no llegan a realizarse, abre el disco con The miracle (Of Joey Ramone), una canción que está científicamente planeada para sonar a coro en un estadio repleto con una escenografía súper mamona, con una guitarra potente pero que nada tiene que ver con la influencia que tuvo The Ramones en el nacimiento de U2. En el mismo sentido viene después California (There is no end in love), que toma como pretexto un fragmento de Barbara Ann de los Beach Boys para desarrollar otra rola épica, también planeada para tocarse en vivo bajo millones de libras en lucecitas y cuetitos, que ya los quisiera Peña Nieto para su ceremonia del Grito.

Iris (Hold me close) es otro pico alto en Songs of innocence, para después cerrar aguado y azotado con The troubles, entre otras canciones que no llegarán a sencillo pero suenan perronas. El problema es que U2 ya no tiene alma, es demasiado frío, calculado, ya no hay rock y se nota que están pensando más en cuántas pantallas tendrá su próximo escenario que en sorprender al público que compró un teléfono igual al que ya tenía, pero más caro, sólo para seguir siendo parte de la banda.

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