martes, 4 de marzo de 2014

Presos políticos, ¡libertad!

El domingo la policía trató de impedir, con balazos al aire y madrazos, una segunda manifestación callejera en apoyo al Chapo Guzmán en Culiacán, Sinaloa. Eso es vil represión y una violación a la libertad de expresión, de la que tanto se presume en este país y la que nos mantiene lejos de dictaduras como Venezuela y Cuba, además de que vulnera los derechos humanos y, sobre todo, constituye una tremenda hipocresía.

Sí, está mal apoyar a un criminal, por más beneficios que el dinero sucio haya traído a la comunidad, pero es, en esencia, lo mismo que marchar o plantarse en una plaza pública para exigir que no se apliquen exámenes a los maestros y que éstos puedan echar a perder a la niñez mexicana con su falta de preparación y aptitudes, pues muchos de ellos heredaron la plaza a pesar de no saber un culo de pedagogía.

Ambas posturas deben respetarse y tolerarse dentro de los lineamientos que marcan la ley (oi al pinchi abogado), es decir, dejar que salgan a la calle y griten sus pendejadas, pero cuando saquen sus machetes y pretendan cerrar una calle, tomar un edificio o agredir a terceros, ahí sí deben entrar los de azul a repartir toletazos a cuanto cabrón se encuentre haciéndola de pedo, cosa que tampoco se hace cuando se debería.

La actuación de la policía sinaloense el domingo sólo evidencia un mal que preocupa y ofende: la justicia en México es estúpida. Luego por qué los acusan de represores, cuando en realidad son una bola de jotos.

¡Chá!

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