jueves, 24 de marzo de 2011

Sueños tepiteños

Soñé que era yo un niño saliendo del vientre de mi madre a la hora del parto y lo primero que escuché al llegar a este mundo fue la estrofa “estoy enamorado, te quiero confesar, totalmente ilusionado, me la paso pensándote, nunca voy a soltarte porque estoy enamorado…”, cantada en la melodiosa voz de Wisin y Yandel a todo volumen en un teléfono celular.

Al abrir los ojos, el primer ser humano que vi fue un güey en camiseta blanca que dejaba ver un tatuaje de la santa muerte en un brazo, con la cabeza rapada de los lados y un mechón rubio que le salía desde la frente y se prolongaba hasta atrás de la oreja, portando lentes oscuros y en la mano un trapo blanco que constantemente se llevaba a la boca y nariz, como si éste oliera muy rico.

De otro lado, se encontraba quien se supone que era el doctor, llevando con el mismo look, sólo que usando tapabocas y unos guantes para recibirme, con la peculiaridad de que éstos no eran de látex sino de hule verde, de esos que se usan para lavar los trastes.

Al oír “ya nació el Justin”, en la melodiosa y emocionada voz de quien se supone debería ser mi progenitora, supe que había llegado a este mundo a ser ladrón de autopartes o agente de la Policía Judicial, por lo que mejor les dije “chinguen a su madre” y me volví a meter.

¡Chá!

1 comentario:

Arevalo dijo...

Tu texto es casi prosa poética, lo voy a compartir en mis redes sociales: Facebook, Twitter, etc.