Si en el último año me han visto desquiciado, moribundo y abandonado, no es porque hayan cancelado las repeticiones del Auto Increíble en la tele o porque el América no haya dado una en los últimos torneos, tampoco es por la muerte de Michael Jackson y mucho menos por la caída del dictador egipcio Hosni Mubarak.
Es sólo que creí que las obras mal planeadas del Gobierno del Distrito Federal me habían arrancado el único lugar en el que yo me sentía cómodo en este mundo horrendo y carente de sentimientos, donde hasta la luz del semáforo ya no significa nada.
La construcción de la Línea 3 del Metrobús afectó a miles de personas y llevó a la quiebra a varios negocios, entre ellos (yo pensé) al Bar La Giralda, ubicado sobre Avenida Cuauhtémoc, a la altura de Álvaro Obregón, pero en la banqueta contraria, el cual quedó oculto durante meses por la construcción de la estación Jardín Pushkin.
Sin embargo, al usar el carril de contraflujo recientemente creado, descubrí que aquel aleph borgiano que me fue revelado por el ahora director de Milenio Hidalgo, Ramón Sevilla, sigue aún en pie y sirviendo copas de horchata con vodka como en antaño.
Si me buscan hoy en la noche, estaré con Armando (el mejor mesero del universo) echándome unas tortas de bistec y unas chelas de a galón en La Giralda.
¡Salud!
viernes, 15 de julio de 2011
Paraíso eterno
Posteado por Mario Manterola a las 8:11 p.m.
Etiquetas: DiarioBasta, Garnachas, Periodismo, Uts
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