El káiser Franz Beckenbauer era un marica; el sólo se dislocó el hombro en un partido de semifinales en el mundial de México 1970 jugando contra Italia, encuentro en el que regresó a la cancha vendado y con el brazo en un cabestrillo, sólo para ver perder a su equipo en lo que después sería llamado “el juego del siglo”.
Julio Gómez: ¡esos sí son hombres chingao!; en una jugada de gol olímpico se metió un cabezazo con un defensa alemán tratando de rematar el balón a la portería, cayó al césped con una herida que necesitó de 10 puntadas para cerrar, regresó al campo portando un turbante con una mancha de sangre tan grande que parecía estar menstruando por la sien y, además de todo, en una demostración de plasticidad y heroísmo, se elevó para rematar de chilena y darle el pase a México a la final, misma que le ganó a los uruguayos para convertirse en el campeón del mundo sub-17.
La gente sabe reconocer a los héroes y es por eso que los vendedores ambulantes, que son unos maestros de la mercadotecnia, ya salieron a las calles a ofrecer ese vendaje, para rendirles tributo a esos que con una pelota han hecho más por este país que cualquiera de los personajes de las estatuas de Reforma, por donde ayer pasaron los verdaderos ídolos nacionales a ser vitoreados por el pueblo.
¡Agüebo!
martes, 12 de julio de 2011
Moda de campeón
Posteado por Mario Manterola a las 8:25 p.m.
Etiquetas: Deportes, DiarioBasta
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