Uno va muy chingón y de repente ¡ano mames! (así, en imperativo en vez de exclamativo). Le pinché maquiné de mierdé no estaba. La otrora bella pieza de ingeniería francesa no se encontraba donde yo la dejé estacionada.
Algún lacra amantedeloajeno-habitantedeiztapalapa me lo había volado, o lo que podría ser peor, un policía gruyero comecuandohay-huelemoles-hijodesuquébarbaridad no tenía nada qué hacer y lo levantó cual comando armado michoacano de la calle de Taine y Campos Elíseos.
Al grito de ¡a ver hijosdesuputamadre nadie se mueve hasta que aparezca ese pinche coche! traté de dar con su paradero. Pero pus’ cuál, eran como las once de la noche en Polanco y yo amenazando sólo al aire.
En ese momento me di cuenta que los teléfonos de emergencia sirven nomás para sonarse los mocos… ¡pero los de la uretra! Porque cuando marcas el 066 no te da ni línea, ya ni qué esperar a que una maquinita te diga que te aguantes tu desangrado hasta que una operadora te pueda atender ¡nel!
Hasta que encontré un azul que estaba jetón en una banca afuera de la embajada de Canadá, con la baba a manera de puente entre la nariz y su panza, fue que dí con el número de la tomandancia correspondiente, donde para acabarla de chingar, nomás me dieron más largas ¡no me lambas el escroto!
Entre que hallaban en sus listitas mi placa, yo ya me hacía a la idea de perder mis lentes de 4 mil varos, mi iPod súper chikles y mega acá, mi cámara de nomames, una chamarra Armiani que traía en el asiento trasero y una bolsita como con orégano que traigo abajo del tapete del copiloto, mismos que ya me estaban doliendo como patada de ardido de Rafa Márquez en la cola durante un juego oficial… ah claro, y mi carrito de zololoy, que era lo más importante.
Ya que agarro y que digo chinguenasumadre mejor voy, pero pss nel, a esa hora ya pa’ qué, pero sí tuve que llamar personalmente al depósito (nombre elegante de corralón) para saber sí ahí estaba mi poderosa máquina del amor que ha resistido viajes satánicos a Cancún y fajes moustrosos con rucas culiformes de ultratumba.
No’psss que sí, que acá’stá. En ese instante, después de tomarme un segundo para aceptar que mis posesiones estaban resguardadas por una bola de culeros con placa y licencia para ojetear, que me arranco con el concierto de mentadasdemadre y referenciasescatológicas con exploraciones anales y flujos vaginales porque mi flamante 206 estaba perfectamente bien estacionado, tanto que de plano me colgaron la bocina.
En la pinche locura, hubiera preferido que fueran ratas en lugar de tiras los que se lo llevaran, ya que con los primeros no tienes que verles la cara al momento en que te la están metiendo, a los segundos hasta gracias les tienes que dar, además de sacarles copia de todos tus documentos.
¡Vergas! Al otro día, 600 varos menos y con la reata del GDF ensartada en el rabo, decidí que voy a comprarme un Smart.
sábado, 15 de agosto de 2009
De cuando me ensartaron
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Neta que poka madre de los gruyeros...
Nel, pues menos mal que no te lo habían volado, porque si no te estaría diciendo que sería mucha la casualidad deque el mismo día que le dieron baje al fabiruchis de su BMW, a tí te robaran tu navecita.
En fin, afortunadamente que no pasó a mayores, y de paso una disculpa por ese hermoso mensajito que te envié, pero ¡TÚ TIENES LA CULPA!, para qué no nos avisas qué rayos estaba pasando!!!
Besos
Tania Gómez
Publicar un comentario