miércoles, 29 de julio de 2009

El Exorcista


Un berrido saturó el ambiente del lugar. Su rostro, con expresión deforme, labios apretados, la mirada llena de odio y fija. La legua, seca, blanca, granulenta, larga, de fuera. De la nariz le salía una sustancia verde, aguada, que le escurría por alrededor de la boca. Maloliente, con la cara llena de marcas y vestido como si sus ropas hubieran salido de un bote de basura, saltaba de un lugar a otro, se arrastraba por el suelo retorciéndose. De abajo de un sillón sacó una cubeta y de la cubeta una especie de taza que arrojó con violencia hacia su propia madre, quien no logró esquivar el proyectil y le golpeó en el rostro.

Desesperada ante la ineficacia de sus palabras, fue tras el pequeño que le seguía aventando cosas, al interceptarlo, lo tomó por los brazos y con una fuerte sacudida le pidió con furia que se estuviera quieto. El niño respondió con un grito agudo ensordecedor que retumbó en los vidrios, poseído por una fuerza superior se safó del apresamiento y corrió a esconderse al otro extremo. El ambiente hedía.

Yo, sentado a lo lejos, observaba haciendo las veces de padre Damien Karras al rezar en voz baja una oración. Padre nuestro que estás en los cielos… virgencita de Guadalupe (porque estamos en México y el diablo se chinga), esperando hacer contacto con el demonio a través de mis plegarias y que éste fuera expulsado del cuerpo inocente.

La creatura fue acorralada y seguía con sus gritos al verse impedido para aventar más cosas. La madre, habiendo agotado todos los recursos para controlarlo, recurría a los pellizcos y los manazos, lo que liberaba la furia de aquel niño poseso por algún espíritu maligno que lo obligaba a comportarse de manera hostil y desconsiderada contra el mundo entero.

El moco que escurría de su nariz llegó a ser tan abundante… que con el paño que cubría el asiento del chofer del microbús se limpió el fluido y ahí, ahí es donde me di cuenta que ni yo era un jesuita exorcista, que estaba en un pesero por Taxqueña y que ese niño no tenía el demonio adentro… nomás era un pinche naco que no fue educado y que cuando crezca de seguro terminará robando autopartes o vendiendo discos pirata afuera de una estación del metro.

Chá!

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