Un estudio (que por cierto no hice yo aunque lo pareciera) estima que en México un 40% de los jóvenes sexualmente activos en zonas rurales inició su vida sexual con un animal, esto es, se tiró a un perro o algo parecido.
Y cito: "un 1-2% o incluso hasta un 8-10% de la población sexualmente activa ha tenido alguna experiencia sexual destacable con un animal alguna vez en su vida. Un mayor número de personas (entre un 10% y un 30% dependiendo de la zona) han tenido alguna fantasía sexual o experiencia corta de este tipo. El porcentaje sube hasta un 50% al preguntar a jóvenes de zonas rurales cercanos a granjas" (leer el informe Kinsey, 1950... o ver la película, 2005)
Sigo citando: "Sin embargo, en el estudio se observaron cambios importantes en la tercera generación, tales como una mayor aceptación por los varones de la masturbación solitaria (previamente demonizada en la zona rural), del sexo con plantas y vegetales (dendrofilia) y frutas (carpofilia)" (Batista y Espinal. 1997)
En fin, para no hacerla muy cansada, el punto de difundir estos datos es que una vez, en quinto de primaria de la escuela José María Morelos de Milpa Alta DF, no había maestra en el salón, por lo que todos andaban fuera echando desmadre en el pasillo, en una de esas había un perro en las escaleras, pues un güey agarró y para hacerse el chistoso corró de la puerta de aula por el pasillo hasta agarrar desprevendio al inocente can para literalmente darle sus llegues, lo que provocó la risa colectiva de los presentes. Inocente acto en ese momento, pero que guardaría una verdad infame en nuestro campo mexicano.
Otra es que un güey en el CCH sur, que vivía en Tlalpan pero allá por el cerro, hasta allá arriba siguiendo por tlalpan hasta topar con pared, se me acerca un día y me dice: "güey no mames, el otro día agarré y me cogí a un chivo, se siente bien chido caun'..." Con lo cual a mí francamente me dio risa y ya.
Ahora sé la trágica verdad... lo bueno es que a los animales no les da SIDA
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