Ah qué tiempos aquellos en los que Uruchurtu era regente del DF y Durazo el jefe de la policía, cuando trepaban a la julia y metían al bote a todo aquel que se dejara la mata larga y pareciera foto de catálogo de estética unisex; de cuando Echeverría prohibió el rock y todo pretexto de reunión juvenil para que la música fuera proscrita y enviada a tocarse en secreto dentro de asquerosas bodegas y patios en la periferia de la capital, conocidos hoy nostálgicamente como ‘hoyos fonki’.
Entonces el rock era valorado como arte, era en sí mismo un acto de libertad y de identidad que se ha convertido en un accesorio, en un pretexto para celebrar la decadencia de una generación que no valora, por desconocimiento de su historia, lo que tiene y usa la música como excusa para exhibirse, tratando de llenar el vacío emocional en sus patéticas vidas.
En el Vive Latino de este año quedó demostrado que la música pasó a segundo término, que la mayoría de quienes van lo hacen para presumir que estuvieron ahí y no para escuchar a un artista exponer su trabajo, que es más importante tomar fotos borrosas o videos de mala calidad que sentarse a escuchar en vivo lo que consumen en un archivo comprimido que borra la profundidad de los detalles.
Es la masa celebrándose a sí misma por estar reunida en el lugar de moda del fin de semana, aunque no estén escuchando nada de lo que se toca sobre el escenario, y que es la razón por la que deberían estar ahí.
¡Chá!
lunes, 16 de marzo de 2015
El rock ha muerto
Posteado por Mario Manterola a las 12:55 p.m.
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