martes, 19 de febrero de 2013

La pasión de Cristo

A lo lejos, en un puesto de kekas, se escuchó la voz del narrador gritando el gol, al minuto 17, del Toluca. El diablo ya va ganando en el Azteca, dijo el cronista sonando en un diminuto televisor, al que me acerqué como perro oliéndole la cola a otro, por detrás y con sigilo, porque luego hay gente envidiosa que no te convida de su tele y sólo la pone en la calle para hacerte sentir miserable porque tú no tienes una.

¡Chingadamadre, ya está jugando el Ave!, me reproché al caer en cuenta que me encontraba en la explanada de una iglesia en Coacalco, Estado de México, vestido como monigote, esperando el inicio de una boda de gente que ni conocía. Estiré el cuello para ver el partido, pero ¡oh pendejo!, lo hice demasiado evidente y mi vieja, con ese infinito amor que me tiene, me dijo con una mirada: ni lo pienses cabrón, estás conmigo, a la chingada tú y tu puto futbol. ¡Chin!

Y que se arranca el padre con su sermón, que si esa unión era sólo por amor y no para satisfacer sus pasiones (ayajá), que si hay que recibir a los hijos que Dios quiera mandar (como el cabrón no los tiene que mantener) y que el matrimonio es para siempre. Mientras tanto, yo checaba con recato casi artístico la cuenta de Twitter @CF_America con los pormenores del juego. Con disparo de media vuelta, Raúl Jiménez empata el marcador.

¡Agüebo!, dije murmurando, para después corregir: agüebo, el casamiento es un acto de fe en nuestro señor, le dije a mi mujer, que ya se las olía.

Al minuto 54, Benítez estuvo a punto de marcar el segundo, pero el disparo pasó rozando el poste de la portería de Talavera. Yo, inmerso en la dinámica del siéntense, párense, hínquense, recen, sufran, arrepiéntanse, salúdense, pensando en un pretexto para salir de la iglesia, correr hacia la explanada para ver un poquito del partido, que en la narración del Twitter lucía emocionante.

Pero todo era imposible, ya que el recinto lucía pletórico, a reventar, con sus ángeles en el techo blanco, su Cristo sangrado en la cruz y más imágenes que, más que paz, daban miedo las jijasdelachingada por lo mal hechas que estaban, sin mencionar a la hinchada de damas de honor, todas de morado, esperando el momento de abalanzarse por el ramo en la fiesta posterior.

Yo, como me encontraba en las filas de en medio y rodeado, iba a hacer un escándalo al salir, por eso seguí pendiente del encuentro en mi celular, que asomaba apenas del saco para no hacer enojar a la morra a mi lado, que a pesar de lo dulce que se veía, es capaz de ejecutar una castración a mano limpia.

Minuto 80, penal sobre Aldrete, Osvaldito cobra y el Ave le da la vuelta al marcador, dos uno sobre Toluca. ¡Agüebo hijosdesupinchemadre!, exclamo, para luego corregir: ¡Agüebo hijosdesupinchemadre, ya son marido y mujer! Se cumple el tiempo y yo en el orgasmo. Se acaba la misa, vayan con Dios traidor, que en venganza por mi desatención, le otorgó un gol a su enemigo, el diablo, en tiempo de reposición.

¡Chá!

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