Nerviosismo, banderas, porras y una multitud. El ambiente era como para recibir a la Selección Nacional de Futbol después de haber ganado un mundial contra Alemania, en penales, en Berlín, jugando con tres menos y con Ochoa lesionado. El aeropuerto capitalino, acostumbrado al desmadre (tanto que los ex sobrecargos de Mexicana viven ahí desde hace años), recibió como héroe a un güey cuyo único mérito en la vida fue cagarla.
Adán Cortés Salas, el estudiante de la UNAM que irrumpió en la ceremonia de entrega del Nóbel de la Paz con una bandera mexicana para protestar por Ayotzinapa, se sintió Ricky Martin regresando el lunes por la noche a la Ciudad de México entre gritos de sus fans, después de haber sido expulsado de Noruega por su exhibicionismo, comparable con la de cualquier espontáneo que se mete encuerado a la cancha a tratar de abrazar a Lionel Messi.
El tipo asegura que no busca protagonismo (aunque ya lo consiguió) y que sólo está interesado en denunciar la situación de violencia por la que atraviesa nuestro país. Sin embargo, no es lo mismo ir a protestar en Noruega, uno de los países más civilizados y seguros del mundo, que hacerlo en Guerrero. ¿Por qué no agarró si saquito, su bandera y su camarota y se fue a hacer lo mismo a Cocula, Teloloapan, Arcelia o cualquiera de esas comunidades donde el narco gobierna?, porque sabe que allá sí se pandea su activismo político, sin importar redes sociales o qué tan duro apriete el culo para que no lo violen.
¡Puto!
jueves, 18 de diciembre de 2014
Maldito exhibicionista
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