lunes, 24 de marzo de 2014

Un oasis en el desierto

Con todos los teiboldans de la ciudad cerrados por miedo a la mano represora del jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, miles han tenido que aceptar lo patético de sus vidas y encerrarse en su casa a fantasear con mujeres a las que ahora ni siquiera pueden pagar por ver. Otros tantos se han dedicado a peregrinar por todos los tugurios en busca de ese placer perdido, con el riesgo latente de contraer Sida en los ojos al tener que ver a cada araña trepada en un tubo sin saber manejarlo.

Para todos aquellos, hay un lugar al sur de la ciudad que se arriesga y le escupe en la cara a Mancera Espinoza y su política represora de la carne. Se llama Chateau (se pronuncia "cható"), que en francés, supongo yo, quiere decir "pelos", o algo así. Está sobre Insurgentes Sur, casi al cruce con Barranca del Muerto, en la colonia Florida, donde las chicas bailan libremente y presumen su libre albedrío y con movimientos sugerentes dejan en claro que para hacerlo nadie les está poniendo una pistola en la cabeza... bueno, un arma de fuego.

Está bastante decente, las chavas son de siete a nueve de calificación, los pomos están medio manchados y los boletos andan arriba de los 200 varos, pero como no hay otras chichis dónde ir a restregar la cara en un cubículo oscuro, uno los paga gustoso, aunque haya que inyectarse penicilina en la mañana. Lo que pasa con los teibols es como lo que ocurre con el limón, sólo que hasta ahora no nos hemos quejado lo suficiente.

¡Chá!

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