viernes, 2 de diciembre de 2011

Hecatombe en el Ragga

Que se voltea un güey y que me dice: “Hola, soy Iker, primo de Gustavo y amigo de Iñaki, ¿cómo has estado?”, al tiempo que me ofrecía la mano en saludo, la cual yo estreché cortésmente al decir: “Pus’ yo soy cuate de un güey y primo de otro cabrón, ¿qué tranza?”, para luego seguir bailando con Claudio Yarto, conocido rapero y madreador de ex novias, quien en ese momento ya estaba hasta su madre y le pedía al conjunto musical, liderado por el antes homosexual hijo de Lupita D’Alessio, que tocara una de sus rolas.

Así es el ambiente en el Ragga, un club nocturno de pocamadre en Polanco, al cual sólo entra lo más acá de lo más acá y donde me pude colar gracias a que le dije al de la puerta que yo era el de los hielos. Una vez del otro lado de la cadena, pude voltearme a pintarles cremas a la bola de mirrreyes que seguían reclamando su nombre en la lista de honor.

Ya adentro, intenté ligarme a Leonardo de Lozanne, porque la verdad está más bonito que Montserrat Oliver, aunque sea bato. Como no se armó, tuve que pegármele a Daiana, mejor conocida como “Lo que se andaba comiendo Kalimba”, para ver si aflojaba algo, pero como a mí no me gusta la carne de gato, me le fui después de 15 cubas y dos harinazos.

En tanto, una cabellera rubia se meneaba al ritmo de la música al fondo, en donde no cabía una sola alma más y todos los presentes se empujaban para llegar a ella, la reina de la noche, quien apenas dijo “hola” al llegar y cuya sola presencia fue capaz de provocar el caos: Pamela Anderson.

Que le aplico la de “yo sé que tú y yo nada que ver, pero… ¿qué tal ahora?”, aunque la rubia siguió en su pedo bailando sobre sus rodillas y sin soltar su vaso, mientras los organizadores y guardaespaldas solicitaban a fotógrafos y camarógrafos que se alejaran de ella, en lo que la música cambiaba de los ochenta a la generada en una tornamesa por un DJ, en cuyos alrededores.

Afuera del lugar, un centenar de personas seguía hasta las dos de la mañana en espera de una oportunidad para entrar y verla a ella y a las playmates nacionales, aunque sea de lejos y entre el tumulto. Al salir y pintarles cremas por segunda ocasión, les dije a los que aún esperaban que ni estaba tan chido adentro.

¡Salud!


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