viernes, 28 de diciembre de 2012

Depresión navideña

25 de diciembre por la mañana. El sol de la mañana se cuela por la ventana y alumbra hasta quemar mi rostro. Son apenas las siete y media de la mañana pero yo ya desperté, luego de una larga noche de sueño de la que pude disfrutar gracias a no haber disfrutado de una cena familiar como toda la gente.

Las calles están vacías, todo el mundo duerme, mi cama también está desierta, hoy hasta las prostitutas se tomaron el día libre para estar con sus seres queridos. Un sabor a rancio permanece en mi boca después del clásico enjuague matutino. Salgo a la sala a escarbar debajo del arbolito con foquitos fundidos que alguien olvidó en mi casa, sólo para descubrir que Santa Claus sigue siendo un ojete, como cuando era niño.

Las risas de los niños jugando en los pasillos de mi edificio con sus juguetes nuevos sólo me producen un dolor de cabeza comparable al que se siente cuando te pegas con el dedo chiquito del pie en la esquinita de la base de la cama. Qué bueno que cambié en Iztapalapa mi revólver por una tablet piratona, como las que anuncia Laura Bozzo en las madrugadas por la tele, porque la masacre de Newtown de hace unos días sería un día en Six flags comparado con mi sanguinaridad (si es que esa palabra existe).

Sin dinero, sin regalos, sin compañía, sólo y amargado en Navidad. Cuando me doy cuenta, estoy llorando a moco tendido y eso que la telenovela Corona de lágrimas todavía no empieza. Pero es porque hay precontingencia ambiental, no crean que soy joto.

¡Chá!

domingo, 23 de diciembre de 2012

El que ya no fue

La de mañana estaba destinada a ser una noche mágica e histórica, como cuando Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide unieron sus fuerzas en el abrazo de Acatempan, como cuando Emiliano Zapata y Francisco Villa se encontraron en la Convención de Aguascalientes, o como cuando el Chapulín Colorado salió en un capítulo del Chavo del Ocho, gracias a la tecnología de la televisión setentera.

Así de grande, así de trascendente, iba a ser un baile en el Campo ex Pumitas de la deportiva de Xochimilco, donde Joan Sebastian y Jenni Rivera se encontrarían en un baile al cual yo asistiría. Tres leyendas de la música popular mexicana estarían juntas en un mismo lugar y en plenitud de facultades. El Rey del jaripeo, la Diva de la banda y el Príncipe de los sayayín, compartirían lo mejor de su repertorio y los juglares hablarían de eso durante las próximas décadas, haciendo que el mundo envidiara a los que presenciaron la historia misma.

Desafortunadamente eso ya no podrá ser. Jenni murió hace dos semanas en un avión que se estrelló en la sierra de Nuevo León y por más que los organizadores la sigan anunciando en las bocinas de la camioneta que vende los boletos, ella no acudirá a la cita.

Ante tal tragedia, debo anunciar que yo tampoco iré, a pesar de que ya tenía mis boletos para ver cómo los toros de la ganadería Destructores destripan a un borracho en el ruedo, que ese sí es un arte taurino, no como las corridas de los domingos en la México, que esas son para jotos.

¡Chá!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Ya le voy al PRD

Como la orquídea susurrante que crece en medio del pantano, la única estrofa coherente en la discografía de Ricardo Arjona, la moneda de a peso que se esconde debajo de los cojines del sillón o los tenis Converse originales en el bazar de Pericoapa, en la Cámara de Diputados también hay una excepción que confirma la regla, una luz de esperanza que se cuela entre la penumbra de corrupción, fealdad y podredumbre... y cuanto lugar común se me pueda llegar a ocurrir en los siguientes cuatro párrafos.

Notable que sea del PRD, partido que ha dado a dignas aspirantes a Nuestra Belleza México como Dolores Padierna o Rosario Ibarra de Piedra, cuyas fealdades sólo se comparan con las de sus corazones, de donde haya salido ese cúmulo de erotismo desbordante en pasión, perfección corpórea de simetría gluteal magnificente, que se dibuja y parece reventar las costuras de las faldas con las que se presenta a las sesiones.

Nacida en Chihuahua hace 21 años, Crystal Tovar Aragón sobresale entre sus 499 compañeros, que coleccionan tantos defectos como si fueran prestaciones en sus sueldos, no sólo por su juventud y belleza, sino por su participación en las comisiones y sesiones plenarias.

Estudia la carrera de Administración y llegó a su curul por la vía plurinominal, gracias a que en su familia hay varios políticos de carrera, sin embargo, no se queda en la perrada, pues ha impulsado iniciativas que ahora mismo están en discusión, como la reforma a la Ley Federal de Justicia para Adolescentes, que pretende proteger los derechos de los infractores menores de 18 años.

¡Uts!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hamburguesas pretenciosas

Inspirado por el Concierto 121212, en el que participaron Bruce Springsteen, Paul McCartney, Dave Grohl, Alicia Keys, Roger Waters, Kanye West, Jay-Z, The Rolling Stones y The Who, a favor de las víctimas del huracán Sandy en la costa este de Estados Unidos, me lancé al cruce de la calles Oscar Wilde y Virgilio, en lo más mamalón de Polanco, a rifarme unas hamburguesas cardiacas y diabéticas, pero muy ricardas, para celebrar la grandeza del rock.

Butcher & sons, que en cristiano sería algo así como el Carnicero y su prole, es un restaurante de hamburguesas que tiene como característica principal que cada una de ellas rinde tributo a una gran estrella del rock. Hay una que se llama Dylan, que es de pollo con aderezo buttermilk (sepalamadre qué es eso); otra que es la Morrison, que es de cordero con yogurt (y así sabe); la Marley, que es vegetariana y nomás le falta la mota; además de la Bowie, que es de res con tocino y un chile poblano (como le gustaban al maestro).

Son pequeñas de diámetro, pero la carne tiene el grosor suficiente para tapar y colapsar el corazón de un maratonista, además de traer ingredientes exóticos que hacen que no se comparen en nada con las del carrito de la esquina. Eso sí, son tan caras como sabrosas las cabronas, sin mencionar el hecho de que las papas y los chescos te los cobran por separado. Aparte, no está mal visto que te las comas con cubiertos, porque difícilmente alcanza la boca para darle un bocado entero.

¡Provecho!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Curado por más días de rock

Estaba a dos segundos de la embolia cerebral. Los oídos parecían estallarme, el dolor de cabeza era tal que sólo un taladro podría curarlo. El reflujo en la garganta me hacía sonar como José José en la actualidad y sentía navajas cortándome los muslos al intentar caminar o simplemente permanecer de pie. Los síntomas indicaban que me iba a dar una gripa extraterrestre, de esas que te hacen escupir flemas hasta por la cola.

Pero no podía dejar que un virus pedorro chilango me venciera y evitara que estuviera frente al Jefe Bruce Springsteen en su primera y probablemente única actuación en territorio nacional. Llegué al Palacio de los Deportes casi gateando, aullando de dolor, pero dispuesto a morir en nombre del rock and roll (¡ay qué mamón!).

Una chela tamaño garrafón y unos tacos de pastor no hicieron el efecto que yo esperaba, pero me dieron energía para llegar hasta enfrente del escenario. Fue gracias a los apretujones de la compacta multitud que pude permanecer en pie, ya que mi peso fue cargado por todos aquellos que, como yo, intentaron tocar a Bruce.

Pensé que el ruido de la E Street Band destruiría mi cráneo, pero la música me dio energía para plantarme sobre el suelo, alzar los brazos y tocar al ídolo de Nueva Jersey cuando se mezcló entre el público. Ya en el encore, mis piernas habían recuperado la fuerza necesaria para brincar, bailar y tirarle el perro a una sabrosa de rojo que andaba por ahí, porque los vagos como yo nacimos para correr.

¡Uts!

martes, 11 de diciembre de 2012

El pinchi hoyo

Como soy un miserable y un asalariado de mierda (como diría Azalia Ojeda (ojeta), alias la Lady de Polanco), no tengo varo para pagar un estacionamiento, ni las ganas de estar yendo a cada ratito a echarle monedas al parquímetro en Polanco, por eso voy a dejar mi coche hasta las peligrosas calles de la colonia Granada, en la delegación Miguel Hidalgo, donde no cobran nada y hay lugar, pero no hay garantía de salir vivo.

Caída la noche, iba yo a recoger mi vehículo aparcado en la calle de Lago Mayor, casi esquina con Lago Alberto, por donde está la fábrica de esas chelas que se toman en México y el mundo, cuidándome de no ser seguido por ningún cábula oportunista, sin fijarme y sin siquiera pensar remotamente que la tierra se abriría frente a mí para tragarme.

En esa zona mal iluminada, me vi y de repente ya no. En un segundo estaba y para el otro no. No fue un portal a otra dimensión, un secuestro narcoextraterrestre o una desaparición forzada por ser un periodista crítico del gobierno (¡ayajá!), sino una pinche perra coladera sin tapa, en la cual metí mi pata derecha, la cual resultó con un raspón marca chillarás, mientras que la otra se llevó un esguince de tobillo nomás.

No sé de dónde saqué coraje, valor y fuerza, pero me trepé a mi nave y me pelé de ahí, con más vergüenza que miedo a ser asaltado, pese al dolor que me causaba el pisar el clutch y acelerar. Lo que más me preocupa es que nunca toqué el fondo del agujero, y eso que estoy grandote.

¡Uts!

viernes, 7 de diciembre de 2012

El levanta muertos

El último recuerdo que tengo es ver caer desde el fondo de la botella la última gota de un vodka de mala reputación a la superficie de mi escaldada lengua. Al abrir los ojos, todo era oscuridad. ¿Cuántas horas estuve inconsciente? ¿A poco todavía no amanece? ¿Quién se robó mis pantalones? Un hambre, casi tan grande como el dolor de cabeza que está a punto de convertirse en embolia, invade mi percudido ser, que batalla contra sí mismo por incorporarse.

Once de la noche. Así que esto es lo que se siente dormir dos días enteros en tu propio vómito. La boca, por más buches que hago con una colca-cola sin gas, me sigue sabiendo al beso de aquella prostituta que nunca debí levantar, en un intento por sentirme menos miserable. Una vez recuperada la vertical, el problema es encontrar algo decente qué comer en un 100 metros a la redonda, pues más allá no me alcanzaría la fuerza.

Afortunadamente, Tercos (Burritos & Clamatos Chihuahua Style), el changarro de Rafita Valderrama, está abierto y puedo llegar gateando sin problemas. Media hora después, el tiempo que me tomó cruzar la calle, estoy meciéndome en uno de los columpios que tiene por asientos, pensando que el mundo se acabará dos semanas antes de lo advertido por los mayas.

Dos de pechuga y uno de marlín, y mis intestinos tienen con qué distraerse antes de digerirse a sí mismos y entrar en un coma etílico, gracias a la salsa Acapulco, tan picosa como para revivir a un diputado dormido en plena discusión del Presupuesto de Egresos.

¡Salud!

jueves, 6 de diciembre de 2012

Mancera Bieber

Desde Tacuba hasta República de Chile, Cuba y Eje Central Lázaro Cárdenas, las calles del Centro Histórico estaban prácticamente sitiadas ayer por miles de granaderos, desplegados en el operativo de seguridad montado para custodiar la toma de protesta del doctor Miguel Ángel Mancera Espinoza como nuevo titular de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal.

Con escudos preparados y toletes desenfundados, los uniformados aguardaban con cara de malos detrás de las vallas metálicas a que una multitud los atacara como el sábado pasado, cuando hizo lo propio Enrique Peña Nieto en la Cámara de Diputados. Sin embargo, no se trataba esta vez de anarcopunks culeros, sino algo todavía peor y más peligroso: ¡mujeres!

Son miles de viejas, principalmente cuarentonas, las que consideran que el ex procurador es algo así como el Justin Bieber dentro de unos 30 años, porque al igual que las pinchis escuinclas caldufas, las rucas alcanzan niveles insospechados de decibeles con sus gritos y humedad en sus calzones cuando ven pasar, aunque sea muy de lejos, esa cabecita canosa de orejas paradas como antena.

¡Futa madre! El griterío opacó los claxonazos del primer cuadro capitalino, y ese estruendo siguió por todo Reforma detrás del nuevo alcalde hasta el Auditorio Nacional, donde se presentó ante 10 mil personas como ídolo pop, arrancando suspiros y despertando los más bajos deseos de aquellas que hace mucho les salieron canas y telarañas en lo más privado de su ser.

¡Uts!

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Malditos anarcopunks

Cuatro días después y no me había caído el veinte de que la sucursal de Banamex que los anarquistas desmadraron a piedrazos durante las protestas del sábado en contra de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente es la misma en la que yo tengo mi dinero.

Yo vi por tele cómo unos ñeros reventaban los cristales del banco, como si éstos tuvieran la culpa de que ellos hubieran nacido con un cromosoma de más. Incluso hasta me dieron ganas de estar ahí para meterle un patadón a ese cajero que una vez quiso tragarse mi tarjeta sin fondos, pero ayer que pasé por enfrente, en el cruce de Juárez y Balderas, caí en cuenta que es donde tengo mis miserables ahorros.

Recuerdo que la abrí esa cuenta con lo que me dieron de liquidación cuando a un conocido periódico citadino se lo cargó el payaso (incluso hasta en la portada salía un payasito llevándose el cabezal), luego de largo rato de pensar en guardar ese mísero capital o inyectármelo por la vena del brazo en forma de heroína.

Al final me decidí por lo primero, pues se veía que la crisis de 2009 iba a estar cabrona. Pocas veces pasé por ahí y creo que la última fue para hacer la finta como que iba a retirar una lana para darle mordida a unos polis que me habían caído en una maroma que no voy a decir, para después pelármeles entre la multitud de una marcha.

Ayer quise ver si tenía lana todavía, pero siguen están reconstruyendo las oficinas y por eso tendré que sobrevivir con 20 varos en la bolsa.

¡Chá!

Vienen días de rock

domingo, 2 de diciembre de 2012

Ya cooperé

De esas veces que a uno le dan el cambio de un billete grandote, se lo guarda sin ver y resulta que le dieron una monedota de a 20 varos, de esas que descontinuaron desde el sexenio antepasado porque nadie las usaba, estaban bien feas y pesaban un chingo. Desde ese día, ando buscando cómo deshacerme de ella, pero sin perder dinero, porque, como quiera que sea, son 20 lanas las que me bajaron.

La oportunidad perfecta vino vestida de morado, con unas nalgotas, cabello largo, pechos sugerentes, lentes hipsterosos y sosteniendo una alcancía en forma de cochinito a la salida de la estación del Metro Polanco. ¡Uta madre! Era una morra de esas que levantan varo para el Teletón, la que representaba mi chance de deshacerme de medio kilo de inservible níquel con aleación de plata y obtener algo más, aparte de la satisfacción de ayudar a los morritos que no pueden caminar pero cantan bien bonito.

Acá payasón, una vez que identifiqué su zona, me abalancé directo hacia ella, como diciendo “a ver si te cabe esta en tu ranura”. ¡Y sí cupo! Yo tenía el miedo de que se fuera a atorar la moneda, pero no, embonó perfecto y al caer al fondo con un gran estruendo, ella se sorprendió como si le hubiera aventado un centenario de oro o una onza de plata, demostrando mi nivel de compromiso con las buenas causas.

Un intercambio de sonrisas, provocados por mi gran corazonsote, y ya le había sacado el nombre a la morra y la promesa de llevarla a ver a Lucerito llorar en vivo en la clausura del Teletón, aprovechando mi condición de prensa acreditada.

¡Uts!